¿Qué fue primero, el sobrepeso o la bebida baja en calorías? Diversos estudios responden la incógnita de porqué es más probable ver a personas con kilos de más tomando refrescos light.
Por Anna Almendrala
Ciudad de México, 28 de octubre (SinEmbargo/HuffingtonPost).- La gente que bebe refrescos light es más propensa a tener sobrepeso u obesidad, pero los científicos aún no conocían el porqué. Las teorías pasaban por dos campos: uno, que algo inherente a los edulcorantes artificiales provoca sobrepeso, o dos, que los refrescos light suelen estar presentes en las dietas, y la gente con sobrepeso tiene más probabilidades de estar a dieta.
Aunque todavía no se puede descartar ninguna, hay que apuntar un tanto a la primera teoría. Un estudio del Weizmann Institute of Science de Israel revela que los edulcorantes artificiales pueden tener un efecto nocivo en la flora intestinal.
Los investigadores descubrieron que con el tiempo los edulcorantes artificiales cambiaban la composición de la flora intestinal, lo cual podría explicar por qué los sujetos toleraban peor la glucosa. Una prolongada intolerancia a ésta produce problemas como la obesidad y la diabetes, justo lo que la gente que bebe refrescos dietéticos intenta evitar.
“Nuestra relación con nuestra propia mezcla individual de bacterias es un importante factor que determina cómo nos afectan los alimentos que comemos”, explicaba el director de la investigación, el doctor Eran Elinav, en un comunicado de prensa. “Resulta especialmente intrigante el vínculo entre el consumo de edulcorantes artificiales, a través de la flora intestinal, y la tendencia a desarrollar justo los trastornos que queríamos evitar. Por tanto, se debería reevaluar el consumo actual masivo y sin control de estas sustancias”.
Para explorar la conexión entre los edulcorantes artificiales y la flora intestinal, Elinav primero llevó a cabo una serie de experimentos en ratones. En el primero, añadió o sacarina, o sucralosa o aspartamo (edulcorantes artificiales comunes utilizados en refrescos dietéticos u otros alimentos) al agua de las crías de ratón. El resto de crías podía beber o agua normal o agua azucarada.
Después de una semana, descubrió que los ratones que habían estado bebiendo agua edulcorada desarrollaban una considerable intolerancia a la glucosa. Los dos grupos que bebieron agua normal o azucarada tenían niveles de azúcar en sangre normales. Cuando Elinav dio a los ratones con intolerancia a la glucosa un antibiótico para eliminar sus bacterias intestinales, el azúcar en sangre volvió a su nivel normal, probando así la relación entre la flora intestinal y la intolerancia a la glucosa.
Finalmente, para establecer la causa, Elinav transplantó heces (que contienen muchas bacterias intestinales) de ratones que consumían sacarina y de los que tomaban azúcar a nuevos grupos de ratones que no habían tomado ningún tipo de edulcorante. Descubrió que los animales que habían recibido heces de los ratones que consumían sacarina desarrollaban intolerancia a la glucosa, mientras que los que recibían heces de los que tomaban azúcar, no.
¿QUÉ PASA CON LOS HUMANOS?
Pero esto ocurre con los ratones. ¿Qué hay de los humanos? Elinav probó también su teoría en nosotros. Examinó datos de 381 personas no diabéticas, de entre 30 y 56 años, que participaron en un estudio nutricional sobre dietas y bacterias intestinales. Descubrió que los que consumían más edulcorantes artificiales tenían más probabilidades de sufrir sobrepeso, de tener una cintura más ancha y un mayor nivel de glucosa en sangre en ayunas. También eran más propensos a tener ciertas familias de bacterias en común.
Elinav luego llevó a cabo un experimento controlado para cumplimentar los datos de la observación: reunió a siete voluntarios sanos, de entre 28 y 36 años, que normalmente evitaban los edulcorantes artificiales, y les pidió que tomaran la máxima cantidad semanal de sacarina permitida por la Food and Drug Administration (FDA), es decir, 5 miligramos por cada kilogramo de peso. A lo largo de la semana, los investigadores examinaron sus heces para controlar las bacterias intestinales.
Después de siete días, cuatro de cada siete participantes habían empezado a desarrollar intolerancia a la glucosa. La evolución de su flora intestinal a lo largo de la semana puede explicar el porqué. Las personas que se volvieron intolerantes a la glucosa experimentaron “intensos cambios en la composición” de su flora intestinal. Estos cambios podían haberse producido como reacción ante los edulcorantes artificiales, según sugieren los autores del estudio.
Aproximadamente, tenemos 100 billones de bacterias en los intestinos, que nos ayudan a digerir la comida. Pero no sólo esto: investigaciones emergentes como la de Elinav asocian los desequilibrios en la flora intestinal con problemas como la obesidad, la diabetes de tipo 1, la enfermedad celíaca y la de Crohn, por citar algunas.
La clave para controlar o incluso prevenir tales enfermedades podría pasar por prestar más atención a estas bacterias. Y, en caso de obesidad o diabetes, habría que evitar el consumo de edulcorantes artificiales.
“Los edulcorantes artificiales se introdujeron masivamente en nuestras dietas con la intención de reducir el consumo calórico y de normalizar los niveles de glucosa en sangre sin comprometer nuestro gusto por lo dulce”, explican los autores del estudio. “Nuestros descubrimientos sugieren que [los edulcorantes artificiales] han contribuido directamente al aumento de la epidemia contra la que ellos mismos pretendían luchar”.
Obviamente, con este estudio no se quiere dar a entender que tomar bebidas con azúcar de verdad sea más saludable; de hecho, la American Diabetes Association recomienda prescindir de bebidas azucaradas como té dulce, zumo, refrescos y bebidas para deportistas con el fin de evitar la diabetes.
Conclusión: lo mejor es tomar una pieza de fruta cada vez que te asalten las ganas de un dulce.
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